martes, 27 de octubre de 2009

EL PATITO FEO


por Hans Christian Andersen
Como cada verano, a la Señora Pata le dio por empollar y
todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus
patitos, que siempre eran los más guapos de todos.
Llegó el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos
poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verles
por primera vez.
Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno
acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus
amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse
cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se
había abierto.
Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía
intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún
signo de movimiento.
Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente
pato, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo
más feo y desgarbado que los otros seis...
La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito
tan feísimo y le apartó con el ala mientras prestaba atención a
los otros seis.
El patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de
que allí no le querían...
Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba,
pues crecía muy rápido y era flacucho y desgarbado, además de
bastante torpe el pobrecito.
Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente
de él llamándole feo y torpe.
El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar
amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto
y una mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero,
huyó por un agujero del cercado.
Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogió y el patito feo creyó
que había encontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían,
pero se equivocó también, porque la vieja era mala y sólo quería que
el pobre patito le sirviera de primer plato. También se fue de aquí
corriendo.
Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo
que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores
que pretendían dispararle.
Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontró
las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes
, gráciles y se movían con tanta distinción que se sintió totalmente
acomplejado porque él era muy torpe. De todas formas, como no
tenía nada que perder se acercó a ellas y les preguntó si podía bañarse
también.
Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque,
le respondieron:
- ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!
A lo que el patito respondió:
-¡No os burléis de mí!. Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no
deberíais reír por eso...
- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no
te mentimos.
El patito se introdujo incrédulo en el agua transparente y lo que
vio le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado
en un precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne
más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.
Así fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió feliz para siempre
.

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